HORIZONTES PLURALES

Mis artículos sobre temas Antropológicos, Educativo-Culturales y de Realidad Nacional, Latinoamericana y Mundial

Nombre: Ranulfo Cavero
Ubicación: Ayacucho, Peru

Profesor Principal de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga - Ayacucho

jueves, diciembre 18, 2008

LA MICROFÍSICA DE LA CORRRUPCIÓN

Por Ranulfo Cavero

La Real Academia Española define la corrupción (con magnanimidad) “como una práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de organizaciones, especialmente en las públicas, en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”.

Una de las expresiones de corrupción que está más en la superficie y a flor de piel se dio con Fujimori-Montesinos, quienes construyeron un Estado mafioso. Ahí están también los “otorongos” Torres Caro, Espinoza, Sucari, Benítez, Canchaya, Anaya (el de los “pollos a la brasa”), y ahora último el “petrogate” con los apristas Rómulo León Alegría (que por las evidencias forma parte del gobierno, participa en reuniones en palacio, conversa con el Premier, se toma fotos, etc., no es sólo un “pájaro frutero”), Alberto Quimper… y salpica al mismísimo Jorge del Castillo. No sería raro que estos señores vuelvan a ser reelectos como sucedió con Alex Curi (en un cargo mayor) y Federico Salas, olvidando fácilmente el pasado pero además porque muchos electores, con similares prácticas, se ven representados en estos “políticos” y los prefieren. Ambos lamentablemente han convertido la política en sinónimo de corrupción, de “pendejada”, de espacio para “ratones, ratas e insectos”, de tribuna para los Mantilla, los Arana y para quienes estuvieron cerca del “tren eléctrico” y ahora son enemigos del “perro del hortelano”.

Excavando y a más profundidad, casi imperceptiblemente por haberse convertido en parte de la vida cotidiana, en casi una situación “normal”, encontramos casos de corrupción en el “ciudadano de a pie”. Nuestro país se encuentra entre los más corruptos de América Latina, por eso amerita lanzar algunas ideas para promover el debate.

En el sector público se puede encontrar hasta tres expresiones de corrupción: a) la económica (coimas, malversación de fondos, enriquecimiento ilícito…), b) la administrativa (“pérdida deliberada de documentos”, demora intencional de trámites, incumplimiento premeditado de funciones, venta de notas en instituciones educativas, concursos amañados, nepotismo…), y c) legal (manipulación de normas para favorecerse o favorecer al grupo). Esta lacra no es una causa, es una consecuencia y tiene que ver con la forma como opera la “estructura” (“el sistema formal”) de la sociedad: verticalista, corporativa, burocrática, antidemocrática y excluyente; que luego se interioriza en el “habitus”, cual principio unificador y generador de todas las prácticas y las ideologías (según Bourdieu) o en “el mundo de la vida” (según Habermas). Por eso no basta con destituir del cargo a un funcionario corrupto o inhabilitarlo de por vida para que se esfume esta lacra. Pero luego la corrupción tiene efectos envolventes porque ahonda, por ejemplo la pobreza cuando el dinero destinado a una carretera se malversa, se adquiere materiales con sobreprecio, o se construye una obra de mala calidad.

La corrupción es un problema ético y moral que tiene que ver con instituciones y con personas pero cuyo enfrentamiento va más allá de lo puramente ético y moral. En sociedades rayanas a la anomia social, esta lacra se institucionaliza y podríamos hablar de una “cultura de la corrupción” que casi forma parte de la vida “normal”, donde sólo cuando hay videos (Montesinos) o audios (León-Quimper) se para la oreja.

Hay corrupción porque intervienen: el corrupto (que es corruptor y se siente el “listo”, el “vivo”, el “sabido”), el corrompido (el que acepta el hecho de corrupción, al que el primero lo considera su socio, pero también un “pavo”, un “minusválido”), y el indiferente, el que sabiendo de la realización del acto abominable deja hacer y deja pasar por comodidad personal, no dice nada para no hacerse “problemas” o porque tiene un “habitus” proclive a ello. Los dos anteriores los consideran a éste último como un “tonto” un “subdesarrollado mental que no se da cuenta”.

Los casos de corrupción, así como el robo, no tienen la misma magnitud o gravedad. Hay la de mayor, mediana y menor “cuantía”. No es lo mismo construir un Estado-narco que “plagear” en un examen universitario. Hay actos de corrupción delictivos penados por la ley y hay las que siendo ilegales e ilegítimos son más bien sancionados moralmente. Así como se puede empezar robando una gallina para después con otros actos terminar en “Piedras Gordas”, lo mismo puede ocurrir con casos de corrupción.

La corrupción cual una microfísica (término que utiliza Foucault para analizar el poder) está presente en todas las clases sociales, en el campo y en la ciudad, en las distintas iglesias, en las diversas edades, géneros, recorre políticamente las tiendas de la llamada derecha, centro e izquierda, se da tanto en el capitalismo como en el socialismo. No se salva ningún sector o tejido social. Pero seguramente los mayores niveles de corrupción se dan en el sistema capitalista, que por su propia naturaleza es salvaje, busca el lucro y conquista mercados a como de lugar, es deshumanizante y en extremo individualista. Pero también es cierto que las mujeres, los niños, los jóvenes y ancianos guardan más niveles de decoro y dignidad (seguramente por eso se prefiere a policías femeninas para resguardar determinados espacios). También es seguro que en la mayor sociedad corrupta hay una reserva moral que cual una esperanza representa el futuro de la humanidad.

Tanto institucional como individualmente muchos casos de corrupción se podrían explicar a través de la teoría del “bien limitado” propuesto por el antropólogo norteamericano George Foster: las oportunidades de la vida y los bienes por adquirirse son escasos que no llega a todos o no llega por igual a todos, situación que se agrava más si las personas o instituciones no están a la altura de las circunstancias que se presentan para “aprovechar” esa oportunidad (no están capacitadas, carecen de conocimientos requeridos, no tienen dinero, son pobres, no les franquea la ley, o no saben utilizar lo que tienen). Según el Diario Perú 21, el Índice de Oportunidad Humana del Banco Mundial ubica al Perú en el penúltimo lugar de 19 países de América latina. Entonces, hay quienes para aprovechar la oportunidad o lograr un bien atropellan y arrasan con todo, utilizan armas vedadas, no importando los medios, entre ellos la corrupción. Y si no están en la corrupción no ocuparían el lugar que hoy ostentan, no tendrían lo que ahora tienen. Por eso la corrupción muchas veces va acompañada por el arribismo en sus dos expresiones: el “sobe” y el “raje”, en los términos de Carlos Delgado.


La lucha contra la corrupción es parte de la lucha por la defensa de los derechos humanos, por lograr la justicia social desde el último intersticio del tejido social hasta las altas esferas de las instituciones públicas y privadas, los poderes políticos local, regional y nacional. La democracia de baja intensidad que tenemos no se fortalecerá mientras haya corrupción. La pobreza no disminuirá mientras deje de institucionalizarse esta lacra. Justicia social y corrupción son antitéticas. Habrá que tomar medidas inmediatas para ponerle freno, pero al mismo tiempo habrá que construir las bases de un mundo distinto al que tenemos para erradicarla de raíz.